EL MÉXICO DE ISAAC CALDERON
Por Juan Cervera Sanchís
De ninguna manera me hubiera gustado vivir en el México
que vivió Isaac Calderón, nacido el 3 de junio de 1860,
en Numarán, Michoacán, quien moriría el 6 de julio de
1915, a la edad de 55 años, fusilado en Salvatierra,
Guanajuato, por un grupo de soldados villistas, que ni
siquiera sabían quien era aquel hombre de aspecto frágil,
quien se negó a que le vendaran los ojos y murió como
todo un valiente.
Hechos como del que fue víctima Isaac Calderón suelen
suceder en mitad de las confusiones criminales de los
llamados movimientos revolucionarios que, a la postre,
nada revolucionan.
Isaac Calderón, paradojas del destino, fue un compositor
que Pancho Villa, y todos los villistas, admiraban, ya
que le estaban agradecidos por haber compuesto nada
menos que “Las Tres Pelonas”, canción que la Revolución
hizo suya y los villistas cantaban a coro, muy particularmente
la primera estrofa, que dice:
“Estaban las tres pelonas
sentadas en una silla
y una a otra se decían:
¡Qué viva Francisco Villa!”
Es bien sabido que el general Francisco Villa cuando
quería oír esta canción, que era su preferida, hacía señas
a una de las bandas de su tropa y levantaba tres dedos de
la mano en alto.
Esto quería decir que a lo largo de tres horas seguidas
le tocaran “Las Tres Pelonas”.
Villa se divertía como loco escuchando sus notas y
coreando su letra.
Él pues jamás de los jamases hubiese permitido que
fusilaran al autor de su canción preferida.
Quizá, y es lo más probable, Villa jamás tuvo noticia de
lo sucedido en Salvatierra con el desafortunado Calderón,
pero así son las cosas y los hechos son los hechos.
Isaac Calderón, músico de gran talento, aunque michoacano
de nacimiento, estudió en Querétaro. Dirigió la banda de
la Gendarmería Montada de la Ciudad de México, para
la que hizo adaptaciones de La Pastoral y otras
composiciones sinfónicas.
Cuando las fuerzas de la Convención tomaron la capital
de la República el general Villa incorporó la banda que
dirigía el maestro Calderón a sus ejércitos.
En no pocas ocasiones, los músicos, tuvieron que pelear
como soldados. Y así lo hizo Isaac Calderón, aunque
según Rubén M. Campos:
“Era un hombre de complexión débil, encorvado y
envejecido prematuramente.”
Sobre esto agrega Hugo Grial:
“No obstante la aparente debilidad de Calderón fue
un valiente en la guerra y trocaba la batuta de su
dirección orquestal por el 30-30, con la misma facilidad
que componía sus marchas militares y polonesas.”
De la percepción y sensibilidad musical de Isaac Calderón,
narraba don Agustín González, maestro de Querétaro y
sabio erudito, lo siguiente:
“En cierta ocasión estrenaba yo en Querétaro la “Haldeguns
March”, de Grieg. Invité a Calderón al estreno de la obra.
Por circunstancias que nunca supe se retrasó. Esto lo obligó a
quedarse fuera y escuchar la obra desde la puerta. Al
terminar acudió a felicitarme. Al comentar la ejecución me
hizo una observación que me dejó admirado. Calderón me
hizo ver que, en su concepto, había un hueco que debió ser
llenado por cierto instrumento. Lo curioso es que el músico
que debía tocar el instrumento lo había sustituido, faltaba
en verdad el timbre señalado por la finísima percepción del
maestro.”
Calderón, sin embargo, era un hombre modestísimo. En
muchas ocasiones los melómanos exquisitos que había
entonces en la ciudad de México lo vieron dirigir, en el
quiosco de la glorieta central de la Alameda, la Sinfonía
Pastoral de Beethoven.
Era lo que, a finales del siglo XIX, gustaba escuchar a
la gente del pueblo en México, aunque hoy nos parezca
algo increíble, dado lo que hoy gusta escuchar al pueblo
viciado por los nuevos medios de comunicación.
La danza de “Las Tres Pelonas”, era una danza, fue
compuesta en realidad algunos años antes de que estallara
la Revolución y ésta la hiciera suya añadiéndole la letra
tan celebrada por Villa.
Calderón compuso “Las Tres Pelonas” como una
ocurrencia inspirada en sus hijas Ángela, Leonor y
María.
Siendo muy niñas, como miles de infantes de entonces,
víctimas de la epidemia de tifus, que asoló a México
entero entre los años de 1892 y 1895, fueron peladas al
rape y, al verlas Calderón, le causaron tanta gracia que,
de inmediato, se inspiró y surgió en honor de sus hijitas
la danza que, el compositor, llamaba para sí y en familia,
de “mis tres peloncitas”.
Ni le pasó por la cabeza, corría el año de 1893, a Isaac
Calderón que habría Revolución y, “Las Tres Pelonas”,
se convertirían en una canción a la que le pondrían letra
para halagar a un personaje revolucionario y pasar de
ese modo a la historia, convirtiéndose, finalmente,
en su pasaporte para la posteridad.
¿Os que alguien se acordaría hoy de Isaac Calderón si no
fuera por ello?
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