Capítulo  de: “Las Huellas de la Memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de  los 60 y 70”,  Tomo II. Ed. Topía,  Bs. As., 2005. www.topia.com.ar
* : el uso del asterisco esta implementado para evitar usar el  genérico masculino. La @ tampoco es conveniente en estos términos, ya que  implica una derogada dualidad genérica y además es difícil leer por programas  utilizados por personas ciegas o ambliopes........
Psicología:  entre la represión y la resistencia:
El proyecto de  la dictadura era instalar otro modelo de país. Para hacerlo desarticularon  cualquier oposición. En el mismo, la discusión ideológica y la práctica política  que se opusiera debían “desaparecer”, lo que implicó un ataque a los centros de  estudio y a las organizaciones gremiales. El aislamiento y terror inundaron las  Universidades y Sindicatos, ya que tenían una organización y una tradición de  lucha, que abarcaba un gran número de estudiantes de psicología y psicólog*s. El  proyecto de estudiante y profesional deseado por la dictadura se sintetizaba en  una frase típica de la propaganda oficial de la época. Un estudiante entraba a  una Universidad y tenía que negar la política y decir: “Yo sólo vengo a  estudiar”. Su corolario, era un profesional que sólo se dedicara a su  especialidad, obediente, que dejara de lado autores considerados “peligrosos”,  que iban de Freud a Marx. Y que tampoco tuviera prácticas grupales, trabajo  preventivo, comunitario, etc. Por eso, durante estos años solamente pudieron  crecer teorizaciones y prácticas dentro de la Psicología, que dejaran a un lado  cualquier compromiso social.
La mayoría de  las carreras de Psicología en el ámbito público del país fueron cerradas durante  la dictadura. Sólo quedó funcionando la carrera en San Luis, Rosario y Buenos  Aires, con un plan de estudio acorde con el proyecto de la  dictadura.
En la UBA, las  carreras de Psicología y Sociología habían sido separadas de la Facultad de  Filosofía y Letras durante la gestión de Alberto Ottalagano por la resolución  260, la cual se efectivizó durante la dictadura. El objetivo era preciso. Para  las nuevas autoridades había una idea de “infección” ideológica. Por eso  barajaron el proyecto de enviarlas a Medicina y a Derecho. Pero finalmente las  llevaron a una directa “dependencia del Rectorado” para aislarlas, vigilarlas y  controlarlas. Así, Psicología quedó en la vieja sede de la calle Independencia y  Sociología en un sótano de la Facultad de Derecho.  
En la carrera  de Psicología de la UBA el primer interventor fue Luis Felipe García de Onrubia,  un profesor de vasta trayectoria en la carrera. En noviembre de 1976 declaraba  que era “optimista”. Se refería a que en los “últimos días” las cosas habían  cambiado en cuanto a la carrera. No se cerraría ni se convertiría en posgrado de  otra, ya que se habían fijado “cupos de ingreso” para 1977. García de Onrubia  opinaba que el camino era “jerarquizar en Buenos Aires la enseñanza de la  Psicología y elevarla al nivel que merece. La mejor manera de solidificar la  disciplina es inculcando en la gente que la estudia, un cierto espíritu  científico que muchos no creen necesario tener, porque no son muchos los que  llegaron a adquirir ese respeto por la seriedad de la investigación que debe  caracterizar a todo trabajo científico.” Por ello proponía ampliar la enseñanza  al campo de la Psicología General, “no porque no vea bien la importancia que ha  adquirido el psicoanálisis, por el contrario, tengo ante esa disciplina una  actitud de gran simpatía. Pero es incomprensible que un psicólogo no se instruya  igualmente en otros niveles de la ciencia que intenta manejar.”[i]  
Pero su gestión  y la ilusión no duraron mucho. Mario Héctor Pena, un ex juez, abogado de  confianza del régimen lo sustituyó. Todos los docentes tenían que ser  investigados y aprobados por la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE)  para poder trabajar, de modo que muchos profesores fueron personas ligadas a  organismos de seguridad: a la Escuela de Policía, de Gendarmería y hasta  miembros del Gabinete Psicológico de la ESMA.[ii] Algunos pocos docentes  estuvieron, a pesar de todo, en condiciones de quedarse, tal como León Ostrov en  Psicoanalítica. Los nuevos docentes que tomaron las cátedras fueron horadando  rápidamente la carrera, sumando a tal efecto, la reinstalación del examen de  ingreso con la política de “cupos” para decidir cuantos profesionales podían  recibirse. Y cuanto menos mejor. Se hacían investigaciones sobre los nuevos  ingresantes a la carrera. Los números son elocuentes. En 1972 había 7060  cursantes de la carrera de Psicología. Mientras que en 1980 sólo eran 3814.  
En 1976  ingresaron 563 alumnos. En 1977, 361. En 1978, 333. En 1979, la carrera tenía un  cupo para 300 nuevos ingresantes. En 1980, el cupo había bajado a 200.[iii] Si  no se había cerrado la carrera la idea era que quedara la menor cantidad de  estudiantes posible. Muchos aspirantes debieron cursar en universidades  privadas, que tuvieron una importante afluencia de estudiantes, lo que era, por  supuesto, parte del proyecto de la dictadura. Pero la situación no terminaba  allí. Las reglamentaciones y los controles policiales eran moneda corriente para  los alumnos. Además la orientación de la carrera cambió drásticamente. Como era  de esperar la carrera se alejó del Psicoanálisis, el trabajo comunitario y lo  grupal. No importaba el rol del psicólogo en la sociedad. Solamente había que  “venir a estudiar”. Fue prohibido el funcionamiento del Centro de Estudiantes.  En ese entonces se acercó a la psicología que se enseñaba en la universidades  católicas como la UCA y El Salvador. El texto “La estructura de la personalidad”  de Philipp Lersch se convirtió en un texto obligatorio para varias materias. Era  una visión integracionista de las diferentes escuelas de la Psicología. Pero  desde un punto opuesto al proyecto de Bleger con Psicología de la Conducta. Aquí  no había agentes de cambio, sólo una unidad de la psicología.[iv]  
En ese marco  las investigaciones que se promovían desde la carrera tenían una línea definida.  La cátedra de Test Mentales estudiaba a los nuevos ingresantes cada año, con el  supuesto explícito de “caracterizar la demanda.” En 1981, la cátedra de  Psicología Institucional investigaba sobre el “Desarrollo institucional en la  gran y mediana empresa” y la “motivación en el ámbito laboral.” Al mismo tiempo,  la cátedra de Psicología Social junto con la Secretaría de Transporte y Obras  Públicas tenía una investigación sobre la “Percepción comunitaria de la calidad  del aire.” 
Seguramente  un aire irrespirable para muchos:  
Los militares  habían prácticamente vaciado de sus viejos contenidos a la carrera. Pero la  vitalidad se refugió en los grupos de estudio que se multiplicaron, tal como  luego de 1966. Pero eran otros tiempos. Tenían que enseñar solamente una  psicología y un psicoanálisis ajeno a la política y la ideología.  
Al iniciarse la  dictadura la situaciones de las instituciones que agrupaban psicólogos tampoco  era fácil. Mucho menos si tenían una historia de luchas y continuaban  resistiendo. Marcos Vul continuaba en el CIAP, institución que tenía un  prestigio ganado, lo cual implicaba una cantidad de trabajo que no podían  absorber. Vul recordaba como llegaron a recibir unas 50 nuevas consultas por  semana y, por cuestiones ideológicas, los honorarios se pautaban individualmente  de acuerdo a las posibilidades de cada paciente. Inclusive en grupos  terapéuticos donde podían convivir personas de alto poder adquisitivo con  desempleados, este modo estaba explícito en el contrato terapéutico. Pero Vul  nos recordaba que el inicio de la dictadura “fue una época muy dura. Tuvimos en  el CIAP una época que llamamos el ‘Setiembre Negro’. En ese mes de 1976 tuvimos  que levantar la mayoría de las actividades y cuatro de nosotros nos tuvimos que  ir durante un mes y medio por cuestiones de seguridad. Isabel Calvo, Tessie  Calvo, Frida Riterman y yo. Fue porque atendíamos militantes y algunos de ellos  habían caído. Ya nos habían allanado por eso. Además nos enterábamos todos los  días de cómo caía una persona. Para ese momento casi no quedaban grupos  terapéuticos. Anteriormente en los grupos no se permitía que se hablara de  política, por seguridad. Aquellas personas que tenían militancia se excluían de  los grupos y pasaban a tratamientos individuales y en privado como una manera de  resguardar a los propios militantes y a quienes se atendían en grupo. Si caía  alguien del grupo podían caer todos. Pero ya en el ‘76 casi no trabajábamos en  grupos. Y en ese marco murió Isabel Calvo en el ‘77.”[v] Tal el clima en una  institución que mostraba su resistencia a la dictadura.  
La APBA estaba  presidida por Jorge Sevilla al comenzar la dictadura, no era fácil la situación  para la institución en ese momento, ya que estaban prohibidas sus actividades.  
A fines de  1976, Sevilla explicaba que aunque habían convocado a elecciones estas no se  iban a realizar, ya que no habían podido hacer todos los trámites para legalizar  la Asamblea y el proceso de renovación de autoridades. Relataba cómo habían  tenido que recorrer distintas oficinas para dar aclaraciones: desde Oficinas de  Personas Jurídicas, el Ministerio de Trabajo y por supuesto, la Policía Federal.  Allí tuvieron que aclarar que la APBA era una sociedad civil, sin fines de  lucro, con personería jurídica y sin personería gremial, es decir, no se  encontraba encuadrada en las limitaciones a la actividad sindical que la  dictadura exigía. Sin embargo, aunque las autoridades parecían no creerles,  lograron la autorización. Sevilla instaba la participación de los psicólogos en  actividades científicas y en las elecciones para consolidar el rol profesional:  “sería un triunfo de y para todos los psicólogos que en los primeros meses del  año 1977 tuviésemos armada toda nuestra actividad científica. Sería de igual  importancia que todo aquel compañero que tenga ideas, sugerencias, informaciones  se acercase a brindarlas.”[vi] 
Las elecciones  se realizaron en ese clima enrarecido. A principios de 1977 ganó la lista  “Unidad y Fortalecimiento”, que llegó como consenso de las diferentes corrientes  políticas, -desde Vanguardia Comunista, algunos sectores del peronismo, hasta  sectores independientes, quedando por fuera el Partido Comunista, que entró como  minoría- que reivindicaban el quehacer profesional del psicólogo. La lista  elegida llevó a Beatriz Perosio como Presidenta, Hugo Vezzetti como  Vicepresidente y Osvaldo Avelluto como Secretario General.  
Ese mismo año  instalaron un stand en la Feria del Libro, y se contactaron con Eva Giberti para  invitarla a participar en la institución luego de años de aislamiento al que  había estado ella sometida por el encarcelamiento de su hijo. A partir de  entonces, Giberti tuvo una activa participación en APBA. Osvaldo Avelluto, que  había hablado con Giberti, recordaba como “durante la Feria del Libro también  allanaron la Asociación. En ese momento no sabíamos por qué. Luego supimos que  fue una especie de cerrojo y allanaron todas las instituciones de la zona a raíz  de los curas que desaparecieron en la Escuela de Benedictinos. Fue una madrugada  y por suerte no había nadie. Lo único que hicieron fue robarse la plata de la  caja, dejar una revista politizada de nuestra biblioteca sobre la mesa como un  mensaje y romper un cuadro de Freud que quedó colgado roto durante muchos años  como un símbolo. Al otro día encontramos el desastre. Tuvimos que hacer la  denuncia a la Policía, como correspondía. Acomodamos todo de vuelta y seguimos  funcionando. Pero a los asociados le daba bastante temor seguir yendo. A lo sumo  éramos 40 los que participábamos. Todos teníamos miedo. Era una época en que no  sabías si al otro día ibas a seguir vivo, aunque no conocíamos la magnitud de lo  que después se supo. Teníamos muchos indicios más que el resto de la gente, pero  si hubiéramos sabido todo probablemente hubiéramos salido corriendo.”[vii]  
Las tareas de  APBA fueron muchas a pesar del terror. En mayo de 1977 se sumó a la Agrupación  de Profesionales Universitarias (APU) de Capital Federal. Como ya estaban en la  Confederación General de Profesionales, esto significaba incorporarse a las  organizaciones que agrupaba a los profesionales de Capital Federal, que en ese  momento se planteaban problemáticas comunes debido a las limitaciones que  imponía la dictadura.[viii] Inclusive este conjunto de profesionales podía  discutir temas políticos como la planificación de la Salud.  
En octubre de  1977, Perosio lanzaba en Gaceta Psicológica una propuesta de resistencia a  contrapelo del silencio de la mayoría de la población: “cuando más aislados  podemos estar, más hay que intentar comunicarse; cuando más dudas existen más  realizaciones hay que concretar”. En ese mismo sentido, se anunciaba la creación  de las “Ediciones Asociación de Psicólogos de Buenos Aires”, la  reeestructuración de algunos Departamentos y la creación del área de Extensión  Cultural de APBA.[ix] 
En la edición  de noviembre de 1977, Alfredo Smith, director de Gaceta Psicológica y Secretario  de Actividades Profesionales de APBA, analizaba la reglamentación de las  concurrencias hospitalarias ad honórem en la Municipalidad de la Ciudad de  Buenos Aires, según el decreto del Secretario de Salud Pública de la MCBA, el  Capitán de Navío Enrique Ortega, en cuyo articulado se había obviado la mención  de los Psicólogos entre el listado de profesiones. Smith ligaba esto a la  vigencia de la Ley 17.132 de 1967, dictada durante la época de Onganía y que  impedía el ejercicio de la psicoterapia a los psicólogos. Y se ponían límites a  las concurrencias: no más de 35 años de edad y 5 años de concurrencia. Smith  sacaba una lógica conclusión: cuando el profesional lograba una buena  capacitación se debía retirar al ámbito privado, que usufructuaba de los  resultados de dicha formación. Los perjudicados eran los propios Hospitales y  sus usuarios, la población de menores recursos siempre iba a estar atendida con  personal que se renovaría continuamente y estaría en aprendizaje permanente.  Smith finalizaba anunciando que la APBA se había puesto en contacto con otras  organizaciones profesionales y servicios hospitalarios para intercambiar  información y discutir la cuestión. 
En el mismo  número se incluyó un artículo explícito sobre los exilios. Su título era claro:  “Un tema del que casi no se habla pero que resulta imprescindible”, en el cual  abordaba el tema, afirmando que “la mayoría de ellos emigrados por condiciones  objetivas desfavorables” y se los invitaba a seguir manteniendo algún  intercambio con la APBA.[x] Anunciaba también la formación de la Federación de  Psicólogos de la Argentina (FEPRA), heredera de la vieja “Confederación” (COPRA)  que había sido fundada al principio de los ‘70. La FEPRA proponía un plan de  trabajo de l*s psicólog*s de la Argentina para 1978.  
Perosio  escribía en Gaceta Psicológica en mayo de 1978 sobre el programa de actividades  de la APBA. Se habían mudado a una nueva sede más grande en F. Acuña de Figueroa  726, y comunicaba que estaban en proyecto una Editorial, una Escuela de  Posgrado, Jornadas, un proyecto único de Ley del Psicólogo, además de seguir  trabajando con la FEPRA, entre tantos proyectos, también se denunciaba el cierre  del Hospital Rawson y el alejamiento forzado de much*s psicólog*s del Hospital  de Niños.[xi] 
Hubo un gran  compromiso por parte de la Comisión Directiva en sus publicaciones, y una APBA  que resistía oponiéndose al terror instalado, una posición no demasiado habitual  en ese momento. 
Sin embargo,  esto resultó demasiado irritante para el régimen. Las represalias no se hicieron  esperar. El 8 de agosto de 1978 fue secuestrada en un Jardín de Infantes de su  propiedad, la presidenta de APBA Beatriz Perosio.[xii] Al día siguiente fueron  secuestrados Alfredo Smith y su esposa, Celia Kriado; quien dictaba cursos en la  Asociación; los dos fueron liberados luego de un largo año. Beatriz Perosio  nunca apareció. 
Osvaldo  Avelluto, Secretario General de APBA de entonces, recordaba: “ese momento fue  terrible. No sabíamos si se iban a llevar a más gente. Pero desde ahí comenzaron  las acciones. A pesar del terror casi nadie se fue de la APBA, al contrario, la  gente tuvo gestos de mucha valentía. Los más antiguos regresaron a la Asociación  a participar dando cursos y Seminarios. Hubo apoyos y pedidos públicos de la  Confederación General de Profesionales y de Asociaciones de Psicólogos de todo  el mundo. Enviaron notas y cartas a los tres poderes. Nosotros publicamos  declaraciones en todos los diarios. 
“Los de la  Comisión Directiva, Hugo Vezzetti y yo, solicitamos entrevistas con todos los  Comandos en Jefe y con la Policía para averiguar qué sucedió. Fuimos a esos  lugares con Hugo Vezzetti y teníamos terror, porque cuando íbamos no sabíamos si  volvíamos. Fuimos al Comando en Jefe del Ejército, con una carta de la APBA.  Pedimos ver a una autoridad. Nos preguntaron si teníamos entrevista acordada.  Respondimos: ‘No, no, pero somos de la Asociación de Psicólogos.’ Entonces todos  los policías nos miraban. Nos quedamos un largo rato esperando. Un momento  bastante incómodo. Hasta que nos hicieron pasar, nos pidieron nuestros  documentos, y después nos palparon de armas en cada piso. Llegamos al cuarto o  quinto, ya no puedo recordar. Porque nos dijeron: ‘pasen por acá, y era un  sector donde decía ‘Prohibido entrar’ o ‘Entrada restringida’. Nosotros teníamos  una fantasía con Hugo, que entrábamos y caíamos a un pozo hasta el subsuelo.  Pero ya estábamos ahí, en un largo pasillo y llegamos a un lugar donde había una  mesa con dos sillas blancas, una tras de otra, como si fuera una película de  Federico Fellini. No queríamos ni pensar, porque suponíamos que nos estaba  fotografiando, filmando y grabando. Obviamente era así. Yo me sentía tan  ridículo porque era un pasillo como de cincuenta metros y estábamos los dos  solitos esperando ahí en una mesita. Al final nos atendió un secretario privado  del Jefe, que dijo ‘hagan la denuncia a la policía’. Ya nos habían tomado todos  los datos. Ese día fuimos a la policía e hicimos la denuncia. Después fuimos a  las otras Fuerzas Armadas. Nos seguían atendiendo en los pasillos. En la  Aeronáutica, tuve una entrevista bastante dura con un oficial, un brigadier y un  comodoro. Aunque parezca increible Hugo no lo dejaron subir porque no tenía  corbata. Entonces tuve que entrar yo solo. Llegado un momento me preguntaron si  conocía bien a la licenciada Perosio. Contesté que sí, porque ella, además de  ser la presidenta de la APBA, era mi amiga. Un sábado a la mañana nos citaron de  la Aeronáutica de nuevo. Fuimos con Hugo. Nos dejaron en un cuarto un largo  rato. Un capitán, evidentemente de inteligencia nos atendió y nos dijo  indirectamente quién la tenía, del siguiente modo: ‘Yo le voy a contar que  conocí a un amigo mío que tenían una amiga como la suya. A la casa de ella  entraron 16 personas con carnet de coordinación federal. Y si en este país hay  16 personas que tienen carnet de coordinación federal son de coordinación  federal.’ Le preguntamos de quién dependía. Nos dijo que dependía del jefe de la  policía y del ejército.”[xiii] 
Hugo Vezzetti,  vicepresidente de APBA, agregaba lo que sucedió con la Marina: “Cuando fuimos  tuvimos una entrevista con Massera, quien ya para entonces se había retirado de  la Junta Militar y se lanzaba en su propio proyecto político. Desde allí nos  respondió cínicamente que había sido la policía la responsable. Como esta era  controlada por el ejército comenzó una crítica hacia Videla, planteando que  ellos con los psicólogos no tenían problema. También tuvimos una entrevista con  Ricardo Balbín, presidente de la Unión Cívica Radical, quien nos recomendó que  no hiciéramos nada públicamente, porque sino lo sufrían los detenidos. Daba la  impresión de un hombre vencido y que sentía que con los militares no se podía  hacer nada. Tenía una absoluta información de lo que estaba sucediendo. Fuimos a  la APA para pedir una solidaridad institucional. Nos entrevistamos con Mauricio  Abadi quién nos recibió en la sede de la institución donde había chicas con  uniforme que nos trajeron el café. Nos dijo ‘ustedes piensan que nosotros  podemos hacer algo, pero no podemos llevar ese tema a una asamblea de la  institución para decidir la solidaridad con la APBA. El tema no es con el  psicoanálisis y la psicología, por eso no lo podemos tratar  institucionalmente.’”[xiv] 
Osvaldo  Avelluto continuaba: “supimos que Beatriz estaba en ‘El Vesubio’. Ahí también  estuvieron Alfredo Smith y Celia Kriado. En algún momento posterior, ellos nos  contaron que los separaron en dos grupos: uno en el que estaba Beatriz y otro  grupo, que fue el que finalmente apareció. Los pasaron a disposición del Poder  Ejecutivo, y al año y pico salieron. Entre ellos Alfredo y Celia, que fueron  liberados más de un año después. Con Hugo los fuimos a esperar a un bar. Estaban  los papás y los hermanos. Nosotros dos éramos los únicos que no éramos  familiares.” 
La  movilización de APBA creció a partir de la desaparición de  Perosio: 
En las  elecciones de 1979 fue elegido Osvaldo Avelluto como presidente e Isabel Lucioni  como Vicepresidente. Ese mismo año la APBA presentó ante la delegación de la  Comisión Interamericana de Derechos Humanos que vino a Buenos Aires un informe  que incluía un listado de más de 30 psicólog*s desaparecidos hasta entonces.[xv]  Y por supuesto continuaron con la Revista Argentina de Psicología. Ese año, el  Editorial de su décimo aniversario ponía palabras a los silencios: “hay  circunstancias en las que poder publicar es ya una celebración. Aun cuando esa  misma posibilidad nos remita a silencios ‘arbitrados’ entre los cuales ha debido  transcurrir nuestra publicación. Entre ellos, una ausencia fue silenciada en  estas páginas en la esperanza de que fuera nombrada por quienes la silenciaron:  Beatriz Perosio.”[xvi] 
Entre el dolor,  la lucha por una Ley del ejercicio profesional de la Psicología continuaba. La  situación era diferente en algunas provincias, ya que en ciertos casos contaban  con una legislación que avalaba la práctica.[xvii]  
El 3 de  setiembre de 1980, el Ministro de Educación, Juan Llerena Amadeo, firmó una  resolución sobre las nuevas incumbencias universitarias. Y sucedió algo  inesperado. Se volvieron a definir competencias del/la psicólog* de una forma  curiosa: “no les incumbe la práctica del psicoanálisis, de la psicoterapia ni la  prescripción de drogas psicotrópicas.” Era la única profesión que se definía por  la negativa; este absurdo generó un movimiento importante de l*s psicólog*s con  otras organizaciones. Salieron notas en los diarios. La FEPRA denunció que  habían estado participando en una comisión de la Secretaría de Salud Pública del  Ministerio de Salud para revisar el texto de la ley 17.132, definiendo a la  resolución como una incongruencia o un exabrupto. 
Ante la  difusión del conflicto, el Ministerio de Educación tomó una actitud defensiva.  Edgardo Ventura, secretario de Asuntos Universitarios declaraba que “la  resolución no surgió como iniciativa del Ministro... No hubo causas ideológicas,  ni se consideró negativa la actividad psicoanalítica.”  
Se consiguieron  apoyos de diversas instituciones y políticos que llevó a que nunca entraran  estas nuevas e insólitas incumbencias, ya que venció el plazo para ser publicada  en el Boletín Oficial. Con lo cual nunca entraron en vigencia.[xviii]  
Pero este fue  un punto de inflexión para la lucha de l*s psicólog*s. “Tal resolución no puede  dejar de pensarse a la luz de una política cultural cuya más eficaz y sostenida  acción ha sido la de la censura. El resultado a la vista es una restricción y un  deterioro que abarca tanto la Universidad como la producción editorial y la  investigación científica. Si l*s responsables de ello soñaron con un país  modelado como el de 1880 deberían advertir que por mucho que atrasen su  calendario mental no podrán hacer que todo retroceda cien años.”[xix]  
La APBA  aprovechaba las contradicciones de la dictadura. Cada dato que aparecía sobre la  enfermedad mental de la población servía para el cuestionamiento de la situación  legal. 
En 1979, la  Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires realizó un muestreo de trastornos  psíquicos de niños en edad escolar, entre ellos se detectaron un 30 % de  patologías agudas. En 1981 el propio Ministro de Salud pública y Medio Ambiente  sostuvo que el 25 % de la población de la Capital y el gran Buenos Aires  necesitaba atención psicológica. Estos datos surgían de una investigación del  CONICET y la DNSM.[xx] De ese 25 % solamente el 0,27 % recibía cobertura. La  conclusión era simple: no alcanzarían todos los Trabajadores de Salud Mental si  el gobierno quisiera abordar esta problemática. Mucho menos, si l*s psicólog*s  estaban legalmente invalidados para ejercer la psicoterapia.  
El movimiento  no solamente incluyó la defensa gremial, también se profundizaron los eventos  científicos como forma de mostrar qué se hacía, tal como durante los veinte años  previos. Entre ellos debemos destacar que la Asociación de Psicólogos de Rosario  con el auspicio de la FEPRA organizó un congreso sobre “Actualizaciones en  Psicoterapia”. 
En octubre de  1981 la APBA convocó a su Primer Congreso Metropolitano de Psicología con el  título “Sobre la teoría y la práctica”. El Comité Organizador estaba integrado  solamente por psicólog*s y reflejaba la unión de diferentes perspectivas y  generaciones en la organización del evento[xxi]. Pero también marcaba los  avances del conjunto de l*s psicólog*s y quiénes l*s apoyaban dentro del campo  de la Salud Mental. Era un momento de resistencia y de lucha en un encuentro que  mostró los avances de la psicología en la Argentina. La amplitud de la propuesta  dividió los trabajos en diferentes temas: Epistemología, Psicología  Institucional, Prevención, Terapia Familiar, Psicoanálisis de niñ*s y  Psicoanálisis.[xxii] Era una afirmación de los roles posibles del/la psicólog*.  El Congreso fue un éxito, ya que concurrieron más de mil personas.  
Durante y  después de la Guerra de Malvinas, comenzó el fin de la dictadura. Las  Asociaciones de Psicólogos ofrecieron asistencia a familiares y ex-combatientes,  comenzando diversas experiencias de psicólog*s y también de psicólog*s sociales.  
En 1982,  Alfredo Moffatt, tras años de estar sin actividades en el país, abrió “El  Bancadero”, una institución para atención grupal en crisis. Su difusión comenzó  con un reportaje que le hizo María Esther Gilio para el diario Clarín un  domingo. Al otro día tuvieron más de 80 nuevas consultas. Y comenzaron a  trabajar grupalmente con el dispositivo que Moffatt había desarrollado en la  década anterior.[xxiii] 
También es de  destacar cómo había continuado funcionando la Escuela de Psicología Social  fundada por Enrique Pichon Rivière, que atravesó toda la dictadura difundiendo  los abordajes grupales. 
En 1982 comenzó  a funcionar el Movimiento Solidario de Salud Mental (MSSM). Aunque este grupo ya  venía trabajando informalmente, produjo una primera declaración en Septiembre de  1982, y comenzó a gestar un programa psicoasistencial para personas afectadas  por las violaciones de los Derechos Humanos junto con Familiares de  Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. Muchos de sus miembros habían  desarrollado experiencias individuales en el tema. Algunos de ellos habían  integrado la Comisión de Psicología por los Derechos Humanos que en 1979 había  presentado un documento a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Otros  habían trabajado en el exilio durante buena parte de la dictadura. Desde marzo  de 1983 su equipo de Niñ*s y Adolescentes lo hizo conjuntamente con Familiares  de Desaparecidos y Detenidos por razones políticas, y más tarde se unieron con  Abuelas de Plaza de Mayo. A fines de 1983, los efectos del conocimiento sobre la  violación a los Derechos Humanos ligada a la  apertura democrática hizo que recibieran  una gran cantidad de consultas que llevaron hasta la implementación de guardias  de 24 horas para las urgencias. Tal como el Equipo de Madres, en sus  teorizaciones remarcaron el papel de la renegación de la realidad del Terrorismo  de Estado. No sólo se les impedía saber a los familiares el destino de las  víctimas, sino que se pretendía la negación sistemática de la realidad a través  de los medios de comunicación. En este sentido se afirmaba: “Se fue instaurando  una serie de formaciones psicológicas que, bajo la forma de la  negación/renegación de la realidad, se encuentran en la génesis de los modelos  psicotizantes observados en varios de los casos de personas afectadas. El hecho  de la detención y posterior desaparición del familiar no fue reconocido durante  largos años desde ningún cuerpo social más que aquel que surgía de la propia  evidencia y de la identificación con el grupo de pares igualmente afectados.  Esto explica desde el enfoque psicológico lo que ya es un hecho demostrado  socialmente: el mayor grado de entereza yoica y de actitud transformadora ante  la realidad se observa en los familiares que se han agrupado en distintas  organizaciones de Derechos Humanos, en especial las de afectados directos,  constituyendo así un espacio de identificación que les permitió mantenerse en  sus ideales y convicciones ante un entorno que resultó durante muchos años  hostil y traumatizante.”[xxiv] El MSSM publicó un libro que sintetizaba sus  aportes de todos estos años con el título Terrorismo de Estado. Efectos  Psicológicos en los Niños.[xxv] Presentaba un cuadro completo de los efectos del  Terrorismo de Estado abordando las condiciones generales para luego pasar a los  abordajes terapéuticos: las psicoterapias individuales y grupales. Contó con un  prólogo de Fernando Ulloa -que colaboró en el equipo - y un epílogo de Marie  Langer. Todo un símbolo de transmisión de la lucha en el campo de la Salud  Mental. 
Los años  posteriores a la guerra fueron tiempos de movilizaciones. Y también de marchas  de psicólog*s que seguían reclamando por la vigencia de la Ley del/la Psicólog*.  Osvaldo Devries era presidente de APBA y Francisco Ferrara el Vicepresidente.  Osvaldo Avelluto era el presidente de FEPRA. En ese contexto realizaron una  convocatoria a través de una solicitada en los diarios para una movilización  nacional por la Ley del/la Psicólog* en la Ciudad de Buenos Aires. Adhirieron  diversas organizaciones profesionales y políticas, y los candidatos a  presidente, Ítalo Lúder, Oscar Alende y Raúl Alfonsín. La marcha, que convocó a  más de 5000 personas, psicólog*s y los que apoyaban sus luchas fue un éxito.  Partió del obelisco hasta el local de la denominada “Multipartidaria”, que  incluía al conjunto del arco político de los partidos tradicionales al cual  entregaron un documento con los reclamos. 
El Editorial de  la RAP a finales de la dictadura tenía cierto optimismo: “Estamos en este  momento en un país en el que vamos abriendo esperanzas. La Universidad deberá  ser transformada para que pueda ser un ámbito realmente productivo, riguroso en  lo científico y que responda efectivamente a las necesidades y problemáticas del  país. L*s psicólog*s debemos asumir el compromiso que implica participar activa  y creativamente en esa transformación. Conocer y analizar el trayecto recorrido  ayudará a no repetir modelos que, por sujeción a otras disciplinas, por depender  de intereses ajenos o por improvisación, fracasaron.”[xxvi] En este sentido, en  mayo de 1983 se realizaron las Jornadas sobre Formación Universitarias del/la  Psicólog* - organizadas por APBA - en la vieja sede de la calle Independencia.  Este nuevo ingreso de la Asociación había sido posible por la lucha conjunta con  el Centro de Estudiantes de Psicología, que nuevamente se había creado. Era un  encuentro entre dos organizaciones que venían de historias diferentes, de modo  que realizaron unas “pre-jornadas” para retomar el contacto que el aislamiento  que la Dictadura había fomentado. Sally Schneider, que en ese momento retornaba  a la Carrera una vez más, recordaba: “no fue un reencuentro, sino un difícil,  doloroso y bello encuentro de lo que estuvo separado durante estos terribles  años. Fue para muchos la posibilidad de hablar por primera vez, de conocerse y  reconocerse, venciendo de a poco el miedo y la desconfianza. Había razones de  sobra para tenerla. El primer día tuvimos que esperar una hora para comenzar,  porque el ‘Cuerpo de Seguridad’ no nos permitía pasar al piso que nos habían  asignado. (¿no estaba aún preparado?). ¿Quién puede aprender y pensar en un  clima de terror? ¿Quién se anima a hablar? Poco a poco se pudo poner en palabras  el sufrimiento solitario y el dolor común fue lo que nos fue acercando.”[xxvii]  Esa misma noche, del primer día concurrieron a una marcha multitudinaria por los  Derechos Humanos. Luego se multiplicaron las reuniones para reorganizar la  carrera. Tal como había sucedido tras “la noche de los bastones largos”, la APBA  fue fundamental en la reorganización de la carrera.  
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[i] Anónimo,  “Entrevista exclusiva al Dr. Luis García de Onrubia”, en Actualidad Psicológica,  Nº21, Bs. As., noviembre de 1976.
[ii] Schneider,  Sally, “Breve historia testimonial de la carrera de Psicología”, mimeografiado,  Bs. As., 1984.
[iii] AAVV,  Memoria de la UBA, editado por la UBA, Bs. As., 1979, 1980, 1981, 1982.  
[iv] Este autor  no solamente era integracionista. La unidad de la psicología propuesta por el  Director del Instituto de Psicología de Munich suponía el reingreso del concepto  del alma mediante la fenomenología.
[v] Entrevista  de los autores con Marcos Vul, julio 1998.
[vi] Sevilla,  Jorge, “Editorial: Nuestro futuro depende de nosotros”, en Actualidad  Psicológica, Nº22, Bs. As., 1 de diciembre de  1976.
[vii]  Entrevista de los autores con Osvaldo Avelluto, octubre  1998.
[viii] En esos  momentos estaban compuesto por los Colegios de profesionales médicos, abogados,  contadores, arquitectos, escribanos, etc. Las cuestiones planteadas se  concentraban en los problemas “profesionales”: el deterioro del poder  adquisitivo, la necesidad de formación sistemática de posgrado, la jubilación,  la obra social, la reglamentación del ejercicio profesional, derechos y deberes  del egresado universitario, etc. 
[ix] Perosio,  Beatriz, “Editorial”, en Gaceta Psicológica,  publicación de la APBA, Bs. As., octubre  de 1977.
[x] Smith,  Alfredo, “Editorial” y “Un tema del que casi no se habla pero que resulta  imprescindible”, en Gaceta Psicológica, Bs. As., noviembre de  1977.
[xi] Perosio,  Beatriz, “Editorial: realidades, esperanzas, frustraciones”, en Gaceta  Psicológica, Nº11, Bs. As., mayo 1978.
[xii] Beatriz  Perosio era militante de Vanguardia Comunista. Si bien esta organización  política sufrió la desaparición de la mayoría de su dirección política, en el  caso de Perosio su secuestro y posterior desaparición fue debido a su militancia  gremial en la APBA. Recordemos que uno de los objetivos de la dictadura militar  era anular toda forma de oposición provocando el terror con sus métodos  represivos. 
[xiii]  Entrevista de los autores con Osvaldo Avelluto, octubre  1998.
[xiv]  Comunicación personal de Hugo Vezzetti.
[xv] En ese  momento dicha Comisión recibió tres informes en Salud Mental. Uno de APBA, otro  de la Asociación de Psiquiatras de la Capital Federal y un documento de la  Comisión de Psicología por los Derechos Humanos. El de APBA era anónimo, pero  había sido escrito por Hugo Vezzetti. 
[xvi]  “Editorial”, en la Revista Argentina de Psicología, Nº26, Bs. As., marzo de  1980.
[xvii] La  situación legal en el país no era similar. Por un lado algunas provincias tenían  una legislación que permitía el trabajo en todas la áreas: Entre Ríos (1972), y  luego la obtuvieron Misiones (1981), Salta (1983) y Tucumán (1983). La mayoría  de las provincias no tenían legislación de ningún tipo, o sea en ellas regía la  vieja Ley de 1967, la 17.132. Había dos excepciones. Río Negro tuvo una ley muy  completa desde 1972 hasta que fue derogada por la Dictadura en 1980. En Córdoba  en 1978 se había aprobado una ley que habilitaba la psicoterapia bajo control de  un médico. Para ampliar esta información se puede consultar Avelluto, Osvaldo,  “Los psicólogos y la(s) paradoja(s) de los 25 años de la psicología”, en Revista  Argentina de Psicología, Nº34, Bs. As., julio de 1983.  
[xviii]  Ferrara, Floreal, “Psicólogos: el drama de la ilegalidad”, en revista Búsqueda  de un país moderno, Nº5, Bs. As., setiembre de  1981.
[xix]  “Editorial”, en la Revista Argentina de Psicología, Nº28, Bs. As., octubre de  1980.
[xx] Estos  datos aparecieron públicamente en el artículo “Alto porcentaje de argentinos con  alteraciones psíquicas”, diario Clarín, Bs. As., noviembre de 1981. El mismo  texto consignaba el estado general: el 50,71 % se encontraba “muy preocupado”,  el 47,81 % “muy tensionado” y el 30 % “irritable”.
[xxi] Es  notable revisar sus nombres para validar este hecho. Era un grupo de las  diferentes Comisiones Directivas a lo largo de la historia: María Teresa Calvo  (presidente); María Rosa Glasserman (Vicepresidente); Eduardo Gandolfo  (Secretario General); Osvaldo Devries (Secretario Científico); María Altschuler,  Isabel Lucioni, Elisa Marino, Juan Carlos Nocetti, Sergio Rousseaux, Juan Tausk,  Hugo Vezzetti (Comité Científico); Elena Roberto (Secretaria de Organización);  Celia Frylinsztein (Secretaria de Prensa y Difusión) y María Avakian  (Finanzas).
[xxii]  En este caso también vale recordar la  lista de este grupo para dimensionar el evento. En epistemología, Roberto  Harari, Gregorio Klimovsky, Isabel Lucioni, Guillermo Maci, Silvio Maresca, Hugo  Vezzetti y Roberto Yañez Cortés. En Psicología Institucional, Ricardo Malfé,  Roberto Mazzuca, Aldo Schlemenson y Fernando Ulloa. En Prevención, Silvia  Chiarvetti, Eva Giberti, Wilbur R. Grimson, Juan Carlos Kusnetzoff y Mirta  Videla. En Terapia Familiar, Gisela Ahlin, Octavio Fernández Mouján, María Rosa  Glasserman y Juan Carlos Nocetti. En Psicoanálisis de Niños, Jorge Fukelman,  Beatriz Janin, Aurora Pérez, María Cristina Rojas y Alicia Vilchansky. En  Psicoanálisis, Hugo Bleichmar, Héctor Dematine, Osvaldo Devries, Jorge Helman,  Jorge Krinski, Clara R. De Maldavsky, David Maldavsky, Norberto Marucco, Jorge  Mitri, Guido Narvaez, Ricardo Nepomiachi, Rafael Paz, Sergio Rousseaux, José  Valeros, Isidoro Vegh, Dulce Suaya, Beatriz Grego, Irene Friedenthal y María del  Pilar Berdullas.
[xxiii]  Bruschtein, Luis, “Entrevista a Alfredo Moffatt: desde la Cooperanza y el  Bancadero, hasta las Ollitas y la Escuela de Terapia de Crisis”, en diario  Página 12, Bs. As., 18 de octubre de 2004.
[xxiv] Fariña,  Juan Jorge, “El terrorismo de Estado como fantasma”, en Movimiento Solidario de  Salud Mental, Terrorismo de Estado. Efectos psicológicos en los niños, Editorial  Paidós, Bs. As., 1987. 
[xxv] En el  texto escribieron Marie Langer, Eduardo Pavlovsky, Françoise Dolto, Eduardo Luis  Duhalde, Juan Jorge Fariña, Adriana S. Taboada, Alicia Stolkiner. El equipo  asistencial de Niños y Adolescentes estaba formado por Jorge Berman, Daniel  Fischer, Mabel Guitian, Rosa Maciel, Mónica Marciano, Victoria Martínez, Laura  Menéndez, Débora Nakache, Vilma Palomo, Marta Pechman, Daniel Vega, Alicia  Stolkiner y Susana Zito Lema. Martínez, Victoria (compiladora del Movimiento  Solidario de Salud Mental), Terrorismo de Estado. Efectos Psicológicos en los  niños, Editorial Paidós, Bs. As., 1987.
[xxvi]  “Editorial”, en la Revista Argentina de Psicología, Nº34, Bs. As., julio de  1983.
[xxvii]  Schneider, Rosalía, “Breve historia testimonial de la Carrera de Psicología  hecha para los aspirantes al ingreso 1984”, Mimeografiado del Curso de Ingreso a  1984, Carrera de Psicología, Bs.  As.,1984.
 
 
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