martes, 26 de octubre de 2010

Cuba con apoyo internacional contra el bloqueo


COMUNIDAD INTERNACIONAL CONDENA EL BLOQUEO A CUBA EN VOTACION EN LA ONU

187 votos a favor de la moción cubana en contra del bloqueo
2 votos en contra -- EE.UU e israel
3 abstenciones -- Miconesia, Palau e Islas 
Marshals (colonias norteamericanas en el Pacifico)

(el año pasado:
187 a favor
3 en contra
2 abstenciones)

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Cuba, 51 años de resistencia a una política de genocidio

Publicado en
http://www.oceansur.com/noticias/cuba-51-anos-de-resistencia-una-polit
ica-de-genocidio/

por Hugo Moldiz Mercado

La mayor parte de los países del mundo se disponen a condenar, por
décima novena vez consecutiva, el bloqueo unilateral que Estados
Unidos ejecuta contra Cuba hace más de cincuenta años, y,
principalmente, a pedir su inmediato levantamiento. Obama tiene la
oportunidad de evitar el genocidio del que es víctima un país cuyo
pueblo ya ha dado ejemplos reiterados de que no renunciará a su plena
independencia.

Al triunfar la revolución cubana el 1 de enero de 1959 —la primera de
carácter socialista en América Latina—, desencadenó la furia más
grande que imperio alguno jamás tuvo en la historia de la humanidad.
Han pasado más de cincuenta años desde aquel histórico día y Estados
Unidos no ha cesado de aplicar todas las medidas, aún las más
inimaginables, contra un pueblo y gobierno que no dan señales de
doblegarse y que —como diría Fidel Castro— convierte los reveses en
victorias, ante lo que hoy puede calificarse, sin exageraciones de
ninguna naturaleza, como un verdadero genocidio.

Entre todas las medidas ejecutadas contra la Isla —invasión a Bahía de
Cochinos en 1961, guerra bacteriológica, acciones de terrorismo,
expulsión de la OEA, cerca de 600 intentos de asesinato de su líder
histórico y otras—, un bloqueo económico y comercial oficialmente
declarado por John Kennedy en febrero de 1962 a través de la Proclama
Presidencial 3447, casi un año después de que Cuba declarara el
carácter socialista de su revolución en respuesta a la agresión
mercenaria de Playa Girón, donde el imperio sufrió su primera derrota
militar en América Latina en menos de setenta y dos horas, le ha
costado a Cuba un total de 751.363 millones de dólares.

Empero, la implacable lógica reproductiva del capital se enfrentaba
sin éxito, como hasta ahora, a las ansias de emancipación del trabajo
y una parte de la humanidad.

Pero ese enorme monto, estimado a partir de la cotización del oro en
el mercado internacional a precios que se han reducido en más de 30
veces desde 1961, llegaría a ser una cifra bastante fría para un
economista de Wall Street si detrás de ella no estaría acumulada una
serie de afectaciones a la economía de un país y, sobre todo, a una
población de un poco más de 11 millones de hombres y mujeres que en su
cotidianidad sufren una serie de privaciones atribuibles a la rabia
imperial y a la sola decisión cubana de no renunciar a su soberanía e
independencia plenas.

El imperio, a través de su poderoso aparato mediático, ha pretendido
construir en el imaginario colectivo mundial, sin lograrlo, la idea de
tener una “causa justa” al mantener el embargo comercial contra Cuba,
cuya dimensión supera el antagonismo capitalismo vs. socialismo, para
convertirse en un verdadero genocidio que pone en primer plano la
contradicción entre humanidad —personificada en un pueblo cuya
solidaridad se abre paso en medio de las más grandes dificultades— y
barbarie, a la que el imperio pretende condenar al mundo.

De acuerdo a la Convención para la Prevención y Sanción del delito de
Genocidio, adoptada por las Naciones Unidas en 1948 —a tres años de
concluida la II Guerra Mundial—, lo que Estados Unidos hace con Cuba
se inscribe en el artículo II que reconoce como genocidio las acciones
perpetradas “con intención de destruir, total o parcialmente, a un
grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”.

La medida unilateral adoptada impunemente por Estados Unidos y que
será condenada por décima novena vez por la mayoría absoluta de los
países del mundo este 26 de octubre en las Naciones Unidas, le ha
provocado a Cuba afectaciones en todas las áreas. En la salud, donde
existe una prestación de servicios universal y gratuita que goza de
reconocimiento mundial por su calidad, entre mayo de 2009 y abril de
2010 se ha registrado un impacto negativo de 15,2 millones de dólares,
lo que genera sufrimiento y desesperación en miles de pacientes
cubanos que es imposible de cuantificar. Otros ejemplos, hay varios,
según da cuenta el gobierno de la Isla. De los más importantes
mencionar que por el bloqueo no se tiene acceso al Temozolamide, un
medicamento para atacar a tumores del sistema nervioso central que
afectan a cerca de 250 pacientes al año y de los cuales treinta son niños.

Pero si de niños se trata, la criminal medida estadounidense
—reforzada por las leyes Torricelli (1992) y Helms Burton (1996)—
encuentra en los menores de edad a sus principales víctimas. Estados
Unidos lo sabe, el Premio Nobel de La Paz que hoy conduce los destinos
de un país que ha hecho de la guerra su razón de ser, no lo ignora. El
Departamento del Tesoro de los Estados Unidos incluyó en 2007 al
Cardiocentro Pediátrico “William Soler” en la categoría de “hospital
denegado” para la adquisición de productos de fabricación
estadounidense. A eso, imposible no sumar la imposibilidad cubana de
adquirir el equipo necesario para habilitar sesenta aulas terapéuticas
para niños con discapacidades motoras.

De la lectura del informe 2010 sobre el impacto del bloqueo en Cuba,
no es una exageración afirmar que Estados Unidos se ha propuesto, a
través de su política genocida, tratar de impedir el derecho que
tienen los cubanos a acceder a una alimentación buena y de calidad, en
una suerte de condena a reproducir en la Isla la situación de millones
de humanos en amplias zonas del África. Lo hace cuando, al afectar a
la empresa importadora de alimentos ALIMPORT por el orden de 102
millones de dólares, impide la compra de 337 mil toneladas de trigo, o
451 mil toneladas de maíz o 109 mil toneladas de pollo a precio
promedio de 2008. También se ha afectado a la producción de arroz y la
crianza porcina.

El impacto negativo se registra también en los ámbitos de la educación
y la cultura. Contrariamente a lo difundido, el bloqueo estadounidense
es el que impide el acceso de profesores y estudiantes al internet. La
prohibición a varias empresas de Estados Unidos que tienen el
monopolio de tecnología para prestar servicios de Internet es clara y
contundente, lo cual no solo afecta al comercio.

Cuba cuenta con un reconocimiento mundial a la calidad de su cine y de
otras manifestaciones artísticas. Sin embargo, varias expresiones
culturales han tenido que enfrentar los efectos del bloqueo al dejar
de recibir un total de 10 millones 575 dólares entre mayo de 2009 y
abril de 2010. El Instituto Cubano de Arte e Industria
Cinematográficos (ICAIC) está entre uno de los mayores perjudicados al
no poder participar en el American Film Market o comercializar con
mayor soltura sus excelentes producciones.

Sin embargo, a pesar del crudo bloqueo, en Cuba —parafraseando al
desaparecido líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz—, no hay un
niño que no vaya a la escuela, hombre y mujer que no tengan techo,
alimentación y educación.

Una política de no acabar

Estados Unidos va por el décimoprimer Presidente desde el triunfo de
la Revolución cubana y, salvo algunas modificaciones insustanciales
que se dictan más por razones aparentes que reales, ninguno de ellos
ha sido capaz de marchar en dirección contraria a los mandatos de un
sector de ultraderecha, cubano-estadounidense, que controla a
republicanos y demócratas, en una constatación muy clara de la
orientación “monopolítica” de una democracia que se presenta como
ejemplo ante el mundo.

Desde Eisenhower, con quien en 1959 comenzó el bloqueo no oficial con
una serie de restricciones al comercio estadounidense con Cuba, hasta
Obama, que ha tomado otras medidas que endurecen la aparente
flexibilidad, todos los presidentes del imperio más poderoso que haya
conocido antes de la humanidad, no han renunciado a ver algún día
sometida a una nación que se alzó valiente hace más de dos siglos ante
las pretensiones estadounidenses de controlar la Isla.

Pero esos deseos propios de un imperio, al cual Simón Bolívar y José
Martí ya pusieron al desnudo con su pensamiento y su lucha por la
independencia de Nuestra América, quedaron frustrados, a pesar de
gobiernos entreguistas como el de Estrada Palma —impuesto por Estados
Unidos en 1902— y Fulgencio Baptista, —que dio un golpe de estado en
marzo de 1952—, por la resistencia del pueblo cubano cuya victoria
estratégica se conquistó en la Sierra Maestra para entrar triunfante
en La Habana en 1959 y convertir a la mayor de las Antillas en un
ejemplo de dignidad que ahora, en el siglo XXI, continúa alimentando
—sin que Cuba quiera exportar la revolución y Estados Unidos pueda
impedirla, como diría Fidel en 1984—, los profundos sentimientos de
emancipación de millones de seres humanos en América Latina y el mundo.

El imperialismo reacciona con furia ante ese símbolo y no tiene la
menor vergüenza para incluso tomar medidas extraterritoriales contra
ciudadanos y empresas que se atreven a impulsar diversas formas de
comercio e integración con la Cuba de los mambises. Las leyes
Torricelli y Helms Burton prohíben a las subsidiarias estadounidenses
y a empresas de terceros países, incluidos obviamente bancos,
cualquier tipo de transacciones comerciales con la Isla, salvo el
riesgo de ser sancionadas —por no menos de seis meses y dependiendo
del caso— para hacer negocios con y dentro de Estados Unidos.

Así por ejemplo —lo que curiosamente ignoran muchos que hablan o
escriben sobre el fracaso del “modelo cubano”—, el imperio ha caído
con inusitada dureza, entre mayo de 2009 y abril de 2010, a empresas
españolas, mexicanas y de otras nacionalidades que intentaron hacer
negocios con la mayor de las Antillas. El bloqueo ha sido ejecutado
por los Estados Unidos con tal impunidad que las Naciones Unidas no
han podido impedir las sanciones extraterritoriales contra empresas y
ciudadanos de países como Australia, Reino Unido, Canadá, Brasil,
Países Bajos, Suecia, España, Finlandia, Japón, México, Suiza, Noruega
e Italia de manera directa e indirectamente a cerca de otra veintena
de países.

Obama, el gran derrotado

En enero de 2009, luego de una previsible derrota republicana, el
demócrata Barack Obama asumía la conducción del gobierno de los
Estados Unidos, en medio de grandes expectativas internas alentadas
por las primeras señales de crisis económica del país emblemático del
capitalismo. Pero también su ingreso a la Casa Blanca despertaba algún
grado de confianza en que el imperio iba a retirar sus tropas de
Afganistán e Irak, así como flexibilizar el bloqueo a Cuba para
“reencontrarse —como dijo el primer presidente negro estadounidense—
con América Latina.

Incluso el 29 de abril de ese mismo año el ex jefe del Comando Sur,
general James Hill; el ex director de la Oficina Nacional de Control
de las Drogas, general Barry MacCaffrey; el ex jefe del Estado Mayor,
Colin Powell, y otros nueve ex altos miembros de las fuerzas armadas
de ese país reconocieron que “la política actual de aislamiento de
Cuba ha fracasado en cuanto a alcanzar nuestros objetivos”. No era
Cuba sino los intereses estadounidenses lo que alentaba la conclusión
terminante de quienes formaron parte activa del aparato y complejo
militar-industrial.

No hay medida que los gobiernos de Estados Unidos —demócratas o
republicanos— no hubiesen tomado para derrotar a la Revolución cubana.
Desde operaciones militares —abiertas y encubiertas— hasta económicas,
comerciales y tecnológicas, pasando por las políticas y terroristas,
el imperialismo ha agredido ininterrumpidamente durante más de medio
siglo a un pueblo decidido a construir su propio destino, en un claro
desconocimiento a la libre autodeterminación y la preservación de la
paz mundial establecidas en la Carta constitutiva de las Naciones Unidas.

Pero así como ha actuado, le ha ido a los Estados Unidos. A partir de
1992, de cincuenta y nueve votos a favor de levantar el bloqueo, la
comunidad internacional, conformada en su mayoría por gobiernos de
corte ideológico distinto al vigente en la tierra de los mambises y de
Martí, ha sido parte de la cadena de victorias cubana en ese foro
mundial al dejar cada vez más solo a los Estados Unidos: 179 en 2004,
183 en 2006, 184 en 2007, 185 en 2008 y 187 en 2009.

A la Asamblea de este 26 de octubre, Cuba llega con una América que,
independientemente del carácter de la mayor parte de los gobiernos de
la región, expresa una voluntad, casi unánime, de alcanzar mayores
niveles de autonomía frente a los Estados Unidos. Ese resurgimiento
del latinoamericanismo explica, en gran parte, el respaldo a la
demanda cubana de condenar el bloqueo imperial y exigir su inmediata
suspensión. De ahí que no sea una casualidad que Cuba haya recibido un
total respaldo en la triple cumbre en Brasil —Unasur, Mercosur y CALC—
a fines de 2008, en la V Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago
en abril de 2009 y en la cumbre preparatoria de la comunidad de
estados latinoamericanos y caribeños sin la presencia de Estados
Unidos y Canadá, en febrero de 2010 en Rivera Maya, México.

Pero tampoco pasa por alto la molestia estadounidense ante esos
procesos de integración en la región, ya que es un dato inobjetable
encontrar sus orígenes en la constitución del ALBA, en diciembre de
2004, cuando de la voz y la pluma de los presidentes Fidel Castro y
Hugo Chávez empezó a escribirse otro capítulo de este tercer momento
emancipatorio en América Latina y el Caribe.

Solidaria como nadie

Pero el bloqueo genocida no ha sido capaz de doblegar la resistencia
cubana. Todo lo contrario, si bien hay que estar en ese país para
darse cuenta de la criminalidad del bloqueo, el espíritu
internacionalista y la fortaleza política y moral, así como las
incontables muestras de solidaridad con el mundo, han convertido a
Cuba en ese “yo colectivo” sin cuya práctica de solidaridad millones
de personas no hubiesen dejado de ser analfabetas o no habrían salvado
la vida o recuperado la vista, así como el apartheid hubiese
continuado oprimiendo a millones de personas en Sudáfrica.

En Bolivia, por ejemplo, hasta el 20 de octubre pasado, la misión
médica ha realizado más de 42 millones de atenciones desde que llegó
en febrero de 2006 para asistir a los afectados por las inundaciones y
ha salvado la vida de cerca de 40 mil hombres y mujeres de todas las
edades, así como ha llegado con la “Operación Milagro” a 600 mil
operaciones de la vista.

Pero la solidaridad cubana no tiene ni color ni olor preferidos.
Estados Unidos ha recibido el ofrecimiento de ayuda cubana cuando los
atentados terroristas en septiembre de 2001 o cuando Fidel Castro dijo
estar dispuesto a enviar en 2005 a 1.600 médicos y toneladas de
medicina al sur de los Estados Unidos, donde miles de personas fueron
afectadas por el huracán Katrina. De hecho, cientos de estadounidenses
han roto el bloqueo al viajar a Cuba en busca de atención médica y
para participar de encuentros internacionales en las que el ser
humano, y no el capital, ocupa el centro de atención.

Por eso, la Asamblea General de las Naciones Unidas es más una prueba
para Estados Unidos que para Cuba. De continuar el imperio en la
posición de mantener una política fracasada —como fracasada ha sido su
invasión a Afganistán e Irak, así como fracasada será su intervención
militar a Irán si decide hacerlo—, solo contribuirá a su mayor soledad
en su laberinto de acciones condenadas por la inmensa mayoría del
planeta. Pero, sobre todo, es un nuevo desafío para Obama, quién está
a tiempo de dejar de ser el testimonio viviente de la inmoralidad con
la cual fue designado Premio Nobel de la Paz.

A menos de 100 millas del imperio, Cuba no se moverá ni un milímetro y
seguirá siendo ejemplo de soberanía, independencia y dignidad.

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