La
Realidad
Por
Elvira Arellano ( English Follows )
¿Cual
ha sido nuestro delito, el delito de los indocumentados? Seguimos a
otros amigos y familiares hasta la frontera y luego, no cargando
prácticamente nada con nosotros, y siguiendo las instrucciones que
otras personas nos han proporcionado, cruzamos. Cruzamos para buscar
trabajo, para reunificarnos con nuestras familias o con alguien que
amamos, a veces con nuestros propios hijos. Lo hacemos porque la
economía de nuestro país no es adecuado. No es adecuado para
apoyarnos por razón de la corrupción y mal manejo, y porque ha sido
atropellado por proyectos como el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN) que logró eliminar el trabajo de cinco
millones de agricultores, en algunos casos obligando que abandonen el
campo completamente, o por políticas como “la reestructuración de
la deuda”, bajo las ordenes de banqueros estadounidenses, que ha
destruido a tantos negocios.
En
los Estados Unidos, luchamos para hallar empleos proporcionados por
los que nos desean ocupar y a quienes no les importa si tenemos
papeles o no, siempre y cuando estamos dispuestos a trabajar duro a
cambio de salarios miserables. Con mucho cuidado vamos construyendo
nuestras vidas. Ahorramos lo suficiente para comprar casas y autos.
Apoyamos a nuestros hijos y les guiamos en su educación y en la
formación de su carácter. Compartimos nuestra alegría con otros,
inclusive con los que no tienen la palabra “ilegal” escrito en
algún papel en alguna parte. Nos parece que no existe ninguna
diferencia entre ellos y nosotros, todos somos seres humanos.
Pero
todos los días, en una forma arbitraria, seleccionan a 1,400 de
nosotros, nos detienen, nos esposan y nos meten en lugares encerrados
con rejas y alambre de púas. Por medio de amenazas y mentiras nos
persuaden firmar papeles que significan que tenemos que dejar atrás
a todo lo que hemos logrado a duras penas y a todos los seres
humanos, como si fuera el caso que todo aquello ya no tiene nada que
ver con nosotros. Pasamos tiempos muy duros y a veces nos abusan, y
nos despojan de lo poco que llevamos en nuestras bolsillas. A veces
estamos enfermas o embarazadas y no hay médicos para atendernos, a
veces ni siquiera la medicina. Luego nos meten en autobuses o trenes
o aviones y nos llevan al otro lado de la frontera que podemos haber
cruzado hace 5, 10 o hasta 20 años atrás, cargando con nosotros
nada de lo que hemos ganado o amado. Todos aquellos años son como
una basura que se bota simplemente.
Así
es nuestra realidad. No nos asesinan en masa, como sucedió a los
judíos en los tiempos de Hitler. La mayoría logramos sobrevivir.
Podemos agarrar el teléfono y platicar con los que hemos dejado
atrás, pero no los podemos ver o tocar. Hay un aspecto positivo:
Vemos amigos y familiares que no hemos visto en años. Nos dan una
bienvenida calurosa y nos ayudan a reconstruir nuestras vidas.
Las
condiciones que nos obligaron a tomar el sendero peligroso hacia el
norte existen todavía. Nos vemos en la calle. Pensamos que
reconocemos alguna cara que hemos visto en Chicago o Los Ángeles, de
una vida que nos quitaron en una forma tan repentina. Quedan muchas
memorias. Hay también personas que ya no podemos tocar, inclusive a
veces nuestros esposos y esposas, hijos e hijas.
Así
es nuestro delito, y nuestro castigo. Para algunos es mucho peor: A
veces la muerte o cadenas largas en la cárcel. Pero es la realidad
de los 1,400 que se deportan todos los días. Hay la perdida de cosas
y personas, y la memoria de haber sido tratado como seres
infrahumanos, que no se puede olvidar.
¿Cuál
es el delito de los que tienen la responsabilidad para esta
situación; que nos contrataron y sacaron mucho lucro de nuestro
trabajo mal pagado, que beneficiaron de los impuestos que hemos
pagado, de las cosechas que producimos, cocinamos y servimos, de los
negocios que creamos, de las casas que compramos, de las personas con
las cuales compartimos una broma, una comida, un beso?
¿Cuál
es el delito de los que se levantan y gritan palabras de odio, o que
hablan o votan en el Congreso como cosa normal que a todos nosotros
hay que deportarnos, 1,400 cada día y dos millones desde Obama se
hizo presidente y incumplió sus promesas? ¿Qué impacto tiene con
los agentes de inmigración cuando nos buscan, nos esposan, nos
llevan como manadas de ganado y apuntan nuestros nombres y apellidos
y números en sus archivos? ¿Qué sentido de poder les da a todos
ellos? ¿Qué crueldad, que racismo disfrazado como una actitud de
superioridad moral les da?
¿Qué
clase de sociedad puede resultar de esta realidad? ¿Cómo es posible
que enseñan a sus hijo servir, respetar y conocer a Dios cuando a la
vez les enseñan que esta realidad es la manera correcta de hacer las
cosas?
El
presidente Obama tiene la autoridad de poner fin a esto, una
autoridad que le dieron en una forma democrática. La mayoría de los
senadores han acordado que se debe dejar de deportar la gente.
También es el caso que el presidente podría expandir el
aplazamiento que ha otorgado, antes de las elecciones, a los
“soñadores” a las madres y los padres de ellos, y a las madres y
padres y cónyuges de los 5 millones de niños ciudadanos de los
Estados Unidos que tienen padres y madres indocumentados.
La
Cámara de Representados ha intentado quitar el poder de hacer estos
aplazamientos del presidente, pero fracasaron. Todo el mundo sabe que
el presidente tiene la autoridad.
Si
él se intenta ocultarse detrás de la ley que el mismo ha dicho,
públicamente, es injusta, entonces no es diferente de los racistas
que utilizan la ley para justificar su racismo y su crueldad. Esta
es la realidad.
The
Reality
By
Elvira Arellano
What is our offense, the
offense of the undocumented? We follow other friends and members of
our family to the border and then, following instructions we have
been given, we cross, carrying almost nothing. We cross to find work,
to rejoin members of our families or someone we love, sometimes our
children. We do so because the economy of our country is not
adequate. It is not adequate because of corruption and mismanagement
– and because it has been raped by such projects as NAFTA which put
five million agricultural workers out of work and sometimes off their
own land; or such projects as “restructuring of debt” ordered by
U.S. bankers which destroyed so many businesses.
In the United States, we
struggle to find work from those who want to hire us and don’t care
if we have correct papers as long as we work hard for low pay. We
build carefully our lives. We save enough to buy homes and cars. We
provide for our children and guide them in their education and their
character. We share joy and happiness with others, many who do not
have “illegal” stamped on a piece of paper somewhere. It seems we
are no different from them, all human beings.
Yet every day, 1400 of
us are randomly selected, arrested, handcuffed, taken to a place with
bars and barbed wire. We are persuaded through threats and lies to
sign papers which mean we leave everything we have worked for behind,
everyone we love behind, as if we had no part in it any more. It is a
hard time and sometimes we are mistreated, what little we have in our
pockets stolen from us. Sometimes we are sick or pregnant with child
and there are no doctors or even a little pain medicine. Then we are
put on buses and trains and airplanes and we travel back across the
border that we crossed five, ten or even twenty years ago – with
nothing of what we have earned or loved. All those years are like
garbage that is thrown away.
That is the reality. We
are not murdered like the Jews under Hitler. Most of us survive. We
can pick up a telephone and call those we left behind and talk to
them – but we cannot see them or touch them. There is a positive in
this experience. We see friends and family that we have not seen in
years. They welcome us. We begin to put new lives together with their
help.
The same conditions that
drove us to make the dangerous trip to the north still exist. We see
each other on the street. We think we recognize a face we have seen
in Chicago or Los Angeles – from the life that was so quickly taken
from us. There are many memories. There are also people we can no
longer touch – sometimes our own children, husbands or wives.
That is our offense and
our punishment. For some it is much worse – sometimes death or long
imprisonment. Yet that is the reality for most of the 1400 people who
are deported everyday. There is the loss of things and people – and
there is the memory of being treated as less than human which lingers
like a bitter taste and will not go away.
What is the offense of
those who are responsible for our situation; for those who hired us
and made profits from our low paid labor; for those who benefitted
from the taxes we paid, from the food we grew, cooked and served,
from the businesses we created, from the homes we bought; for those
we shared a joke or a meal - or a kiss - with?
What is the offense of
those who stand up and scream in hatred or speak and vote in Congress
as part of the regular course of business that we should be
deported, 1400 per day, over 2 million since Obama
became President and broke his promise? What is the effect on the
agents who search us out, handcuff us, herd us like cattle and record
our names and numbers in their books? What feeling of power does it
give all of them? What cruelty, what racism, disguised in
self-righteousness, does it satisfy?
What kind of a society
does this reality create? How can they teach the children to serve
and to respect and to know God when they are also taught that this
reality is the way things should be?
President Obama has the
authority to stop this, an authority that was democratically given
him. The majority of the U.S. Senate has agreed to stop the
deportations. He can also extend the deferments he offered the
dreamers – before the election – to their parents and the parents
and spouses of five million U.S. citizen children.
The House of
Representatives has tried to take this power from him. They have
failed. He has the authority – and everybody knows it!.
If he hides behind a law,
which he says publically is unjust, then he is no different than the
racists who use the law to justify their racism and their cruelty.
This is the reality.
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